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Por si eso fuera poco, les dijeron de ir a vivir a unos enormes campamentos. Allí no había sitio suficiente, dormían sobre la tierra y hacía o demasiado frio o demasiado calor. No había medicación suficiente cuando se ponían enfermos y encima, la comida era menos de la que conseguían en su país. Lo peor de todo era que estos campamentos estaban tan lejos que para cruzarse con otras personas tenían que caminar un día entero. Y aunque lo hiciesen, los Hombres de las Armas los encontraban y los devolvían al campamento. Incluso algunos de estos campamentos se cerraron completamente, como si fueran una cárcel, con vallas alrededor para que no se molestaran en devolverlos cada dos por tres.
Los que consiguieron escaparse, encontraron refugio en las grandes ciudades.